Mayo llega ya a su fin, y ha terminado mucho antes de lo que esperaba. Parece que fue ayer cuando estaba sacando fotos de flores para celebrar que la primavera estaba en pleno apogeo, y ahora parece que el verano está casi llamando a la puerta. Durante este mes he estado pensando en el contenido que subo a este blog, y aunque he disfrutado mucho de subir un «cuaderno» mensual hablando sobre las fotos favoritas que he subido a Instagram, creo que ha llegado la hora de cambiar un poco el estilo de esas entradas, dejar de relacionarlas tanto con Instagram y hablar un poco más de las cosas que más inspiración me aportan y con las que más he disfrutado.
Inspiración
Últimamente me he dado cuenta de que la temática y el estilo de las fotos que subo va cambiando a lo largo del año. Cada uno tiene sus propias fuentes de inspiración, y está bien que estas vayan evolucionando con nuestro estilo. Cuando empecé a coger la cámara con regularidad, muchas de las fotos que sacaba y que subía eran de miradores, montañas y valles.
Cuando miro algunas de esas fotos a día de hoy, todavía puedo sentir la emoción de visitar algunos de esos lugares, lo que disfruté con alguna de ellas y lo mucho que me costó llegar a hacer otras. Y aunque no me arrepiento de mi estilo anterior, siento que ahora disfruto mucho más haciendo otras cosas.
Si me sigues en Instagram podrás ver que últimamente gran parte de mis fotos son paisajes urbanos, gente, edificios, y algunas veces cascadas, playas y bosques. Pero lo que más ha cambiado en mi estilo es que, mientras que antes me quedaba con panorámicas generales, ahora casi siempre prefiero centrarme en detalles más pequeños, en lugares y encuadres más cerrados.
¿Qué ha cambiado desde que me encantaba subir a un mirador para contemplar el mundo desde lo alto? ¿Por qué antes disfrutaba tanto con las fotos panorámicas y ahora ya no tanto?
Ni yo mismo tengo muy clara la respuesta a estas preguntas. Tal vez me parecía pretencioso intentar meter tanto en una sola foto. O tal vez terminé por darme cuenta de que, por bonita que sea una panorámica, muy pocas veces consigue trasmitir la emoción que desprende verla con tus propios ojos. O tal vez me cansé de asumir de que lo bonito siempre está en otra parte.

Mirador del parque de la alameda de Santiago de Compostela
No es dónde, sino cómo
El caso es que con el tiempo aprendí a apreciar que la belleza está en cualquier parte y, más importante aún, no viene sólo en tamaño grande. Tuve esta revelación un día en que, mientras le echaba un vistazo a mi feed de Instagram, me di cuenta de que la mayoría de fotos de las cuentas mas famosas de la plataformas se repiten una, y otra, y otra, y otra vez: ¿Cuántas fotos del Lago Bled has visto esta semana? ¿Y de Yellowstone? ¿Sierra Nevada? ¿De la cascada de Gigit, en Bali?
Podría pintarte un cuadro de cada uno de estos lugares con los ojos cerrados, de tan aburridos que los tengo. Aunque hay modas para todo, hoy en día parece que sólo venden los fotógrafos que van a sitios trendy. Esto a su vez ha provocado que muchos fotógrafos que antes subían contenido de su entorno, ahora hayan derivado en una suerte de foto-influencers, que parece ser que es lo más. Cuanto mayor es el éxito de estas cuentas, más gente se sube a este carro en un viaje desesperado por no pasar desapercibidos. Y aunque entiendo que todos estos sitios son espectaculares, ¿de verdad hace falta irse a 10.000 kms de distancia para fotografiar una cascada?
Me da mucha rabia ver cómo la gente confía la calidad de sus fotos a comprarse la mejor cámara que el dinero puede pagar e irse lo más lejos posible, y que asumen que con menos de eso no vale la pena ponerse manos a la obra. Pero más rabia me da que mucha de la gente que empieza a sacar fotos, o entre los que aún estamos aprendiendo, se compre tan fácilmente ese discurso de que para sacar buenas fotos lo que hay que hacer es golpear con un fajo de billetes la mesa, y eso ya nos hará ser mejores.
Toda esta reflexión me acabó llevando poco a poco a redirigir mi estilo fotográfico. Al principio sólo quería demostrarme a mí mismo que no importa el sitio, siempre hay alguna foto interesante por sacar. Principalmente porque no tenía tiempo para estar organizando y haciendo excursiones todo el tiempo. Poco a poco fui poniendo esto en práctica, incluso volviendo a descubrir con otros ojos algunos de los lugares por los que paso siempre al salir de trabajar.
Al final, me reté a mí mismo a enseñar que claro que es posible sacar fotos bonitas, incluso que llamen la atención. ¿Dónde? No importa realmente, lo que importa es el cómo. Mi recomendación: sal a pasear con la cámara, no importa si es un sitio nuevo o ya conocido, pero sal con la mente abierta. Si estás tentado de sacar la misma foto que todo el mundo, hazlo. Pero haz algo más. Déjate llevar por la creatividad. A veces sacarás fotos que te encantarán, y otras veces no tanto. No te desanimes por eso. Lo importante es que estarás siempre abierto a puntos de vista diferentes y, ¿quién sabe qué puede salir de ahí?
En mi próximo post de blog seguramente hablaré un poco más de mis fuentes actuales de inspiración, en especial de la fotografía urbana y de calle, y compartiré algunas fotos recientes que pretenden enseñar desde un punto de vista diferente sitios que han sido fotografiados cientos de veces. También compartiré otro post haciendo una reflexión sobre cámaras y equipo fotográfico, que me parece muy interesante.
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