Es posible que te haya pasado alguna vez: te armas con la cámara y tus lentes y decides por fin visitar una de esas localizaciones a la que tantas ganas le tienes. Has visto fotos por Instagram, has buscado y rebuscado información y llevas tu idea de foto en la cabeza. ¡Todo promete! Y una vez allí, no podía ser más diferente de lo que prometía… ¿Y ahora qué?
Personalmente, me he visto varias veces en esta situación, y no es agradable. No es la primera vez que, al ver las fotos que numerosos fotógrafos han sacado a lo largo de los años, nos creamos unas expectativas altas. Probablemente, demasiado altas. Y si se trata de algún punto fotográfico popular, el riesgo de que esto pase aumenta hasta límites insospechados.
Lo cierto es que no hay mucho que hacer cuando nos vemos en una situación como esta. Confrontar las ideas que teníamos preconcebidas con la realidad siempre es un proceso doloroso, pero del que nadie nos puede salvar. Tal vez nos hemos imaginado un amanecer precioso que no ha ocurrido ese día. O hemos llegado tarde y el sol ya estaba demasiado alto para resaltar las texturas del suelo. O peor aún: es de esas localizaciones tan populares que ya está todo lleno de gente, por mucho que hayamos madrugado. Esto pasa mucho en sitios turísticos, y a veces nos vemos obligados a cerrar el encuadre, como en esta foto del Castillo Sforzesco de Milán, o a utilizar lentes gran angular para aumentar el espacio libre en el primer plano de la foto.
Sea como fuere, tenemos que afrontar que en esa ocasión no vamos a poder hacer la foto que teníamos en mente. No seré yo quien se sume al discurso de «cuando una puerta se cierra, se abre una ventana», porque creo que ese nivel de optimismo es poco realista. Sin embargo, sí puedo decir que una vez que hemos llegado, tenemos que aprovecharlo de alguna manera… ¿qué es lo que hago yo?
Puntos de vista originales
Lo primero de todo es intentar cambiar un poco el punto de vista que teníamos en la cabeza. Aún más si nos encontramos ante uno de esos sitios que han sido fotografiados millones de veces. Al fin y al cabo ¿qué aportará nuestra foto respecto al resto? Probablemente nada. Ojo, con esto no estoy diciendo que debamos renunciar a esa foto. A mi también me hace ilusión decir que tengo “mi propia versión” de la Torre Eiffel, por ejemplo. Pero eso no significa que debamos quedarnos ahí. Sobre todo porque habrá otras 100 personas intentando hacer lo mismo que nosotros, y así también ponemos un poco de distancia por medio.
A mi me gusta especialmente probar con puntos de vista desde el suelo, que ayudan a meter profundidad a la foto, o encuadres cerrados donde pueda meter algún elemento en primerísimo plano para ocular parte de la escena. Unas flores o un prisma de cristal, por ejemplo, pueden ayudarnos a crear una atmósfera diferente y única.
Los pequeños detalles
Muchas veces hay que aceptar que las localizaciones no nos va a dar nada mejor. No sé si lo sabéis, pero durante unos meses me ha tocado mudarme a los Países Bajos por cuestiones de trabajo, concretamente a la provincia de Overijssel. He ido a visitar algunas de las ciudades que me quedan cerca del trabajo, y ya me ha pasado que, en varias ocasiones, he quedado un poco decepcionado. Lo mismo en el caso de Ámsterdam, la ciudad turística por excelencia, donde antes de ir me tomé el trabajo de buscar los puntos fotográficos más importantes de la ciudad. En casi todas estas ocasiones me he encontrado con lo mismo: calles (y canales) que podían crear un paisaje urbano entrañable… pero que están llenas de coches, bicicletas, y barcos amarrados por decenas. En foto, esto queda un poco desmerecedor, así que no queda más remedio que intentar ser selectivo.
Lo primero que hago después de comprobar que ningún punto de vista me convence, es sacar elementos de la foto para intentar simplificar. Creo que ya he repetido esto a lo largo de varias entradas, como en 5 consejos para fotografiar paisajes, pero creo que vale la pena recordarlo. Hay veces en que menos es más (¡sobre todo si el más es un caos!), y es mejor quedarse con pequeños detalles, que con el panorama completo.
Otra técnica útil es la de buscar algún elemento que nos ayude a ocultar parte de los elementos que nos molestan para la foto. Volviendo al ejemplo de Ámsterdam, el espacio que hay justo al lado de los canales suele utilizarse como aparcamiento. Me resultaba un poco difícil encajar eso en las fotos que estaba haciendo, así que busqué alguna manera de ocultar, al menos, parte de todos esos coches. ¿Qué hice al final? Utilizar una maceta que adornaba uno de los puentes para tapar parte de lo que quería dejar fuera de la foto. ¡Y, además, me sirvió para meter un poco de profundidad!
Aún así, siempre intento que la fotografía guarde algo de esencia de las localizaciones en las que que me encuentro. Por ejemplo, un fondo desenfocado pero en el que se reconozcan algunos elementos característicos, como el tipo de arquitectura.
Al menos, ¡diviértete!
Pero no hay que perder de vista que el fin último que debemos perseguir mientras jugamos con la cámara es la de disfrutar del momento. Si nos dejamos llevar por la frustración acabaremos haciendo de mala gana aquello que más nos gusta, y eso se dejará ver en la desgana con la que componemos las fotos. ¡Así que prohibido no divertirse!
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